domingo, 27 de noviembre de 2011

El heavy de las botas camperas


Recuerdo que una vez de niño iba con mi amigo Pedro, era mi vecino y mi compañero de travesuras, era un poco más alto que yo, moreno de ojos marrones y gesto de niño malo aunque supongo que yo también, entonces debíamos de tener unos 9 o 10 años, éramos de la misma edad, bueno él era un mes mayor que yo.

Aquel día fuimos hasta una casa abandonada, en realidad era un chalet hecho de ladrillo de nuestra urbanización donde no vivía nadie, podía estar descuidado, necesitar una mano de pintura o una buena limpieza en el jardín pero no era la típica casa abandonada con puertas y ventanas rotas.

La casa estaba bien cerrada con puertas, rejas en las ventanas, pero separado de la casa, pegado a la valla exterior, había un pequeño garaje con entrada desde la calle sin duda para aparcar el coche, carecía de rejas en las ventanas, quizás porque no guardaban cosas de valor, quizás porque las ventanas eran pequeñas, las típicas correderas alargadas que se ponen en los garajes pegadas al techo para que entre luz pero que no tienen altura suficiente para poder ver a través de ellas ni mucho menos para entrar un ladrón aunque sí dos niños pequeños.

Nos colamos como lagartijas y vimos que dentro estaba lleno de herramientas de la construcción: palas, rastrillos, puntales, etc. Un adulto pensaría que se trataba de chatarra inútil guardada por algún paleta esperando el día que le hicieran falta, pero nosotros habíamos encontrado el tesoro de Alí Babá.

Los mangos eran espadas, los taladros pistolas y las paletas… Ahora ya no me acuerdo lo que eran, estábamos jugando con nuestro tesoro cuando oímos un ruido “tic, toc”, sin duda alguna eran golpes en el tejado de uralita, esos golpes sólo podían ser producidos por alguien andando por encima.

Y no podían ser producidos por nuestras zapatillas deportivas, para hacer ese ruido tenían que ser un calzado de suela dura como unas botas camperas ¿Quién podía llevar ese calzado?

En mi barrio sólo una clase de gente llevaban esas botas: Los heavys, rápidamente imaginamos un chaval joven de pelo largo con tejanos elásticos, camiseta de Iron Maiden y chaqueta de cuero, debía ser alto por el tipo de sonido, en resumen un tipo duro capaz de dar una paliza a esos dos niños que se habían colado en su almacén.

Claro que una señora con zapatos de tacón incapaz de correr detrás nuestro también podía haber hecho un ruido parecido o un anciano que llevara unos zapatos de claque, en cambio un pirata con pata de palo no, entonces no se oiría “tic, toc” sino un “toc” solamente.

Pero no nos imaginábamos a una señora rubia teñida con zapatos de tacón, minifalda, blusa con escote y labios pintados subida al tejado de un garaje ni a un hombre mayor con zapatos de claque vestido como Frank Sinatra y dispuesto a bailar “Cantando bajo la lluvia” sobre la uralita, nosotros veíamos a un heavy con botas camperas y mala leche.

Nos escondimos debajo de una hormigonera esperando que el tipo asomara por la ventana o abriera la puerta y entrara pero no, ni siquiera dijo algo como: “Al ladrón, al ladrón” o “¿Quien anda ahí?”

No dijo nada, se limitaba a dar vueltas por la uralita de un lado a otro, una veces más rápido, otras veces más despacio pero siempre daba dos pasos que sonaban “tic, toc”.

Permanecimos bastante rato agazapados debajo de aquella hormigonera inmóviles y completamente callados hasta que sin saber porqué, paró y nos quedamos en silencio, un silencio absoluto casi tangible, era posible que se hubiera escondido y nos estuviera esperando a la salida pero tampoco podíamos quedarnos escondidos todo el día, por otro lado también cabía la posibilidad que hubiera ido a buscar las llaves del garaje para entrar y pillarnos, entonces era el momento de intentar escapar sin ser vistos.

Fuimos hasta la ventana sin hacer ruido, nos asomamos y no se veía a nadie, salimos temerosos de estar cayendo en una trampa pero nadie salió de detrás de ningún árbol, no se veía ni un alma.

Estábamos a punto de marcharnos cuando volvimos a oír el “tic, toc”, por el lado donde nosotros salimos, el terreno estaba como un metro más alto que el suelo del garaje lo que nos permitía observar perfectamente toda la superficie de uralita del tejado y ningún heavy cabreado ni nadie caminaba por encima.

Recordé que en el interior había una moto de campo vieja, era posible que un motorista hubiera muerto con ella y el fantasma paseara por el tejado con sus botas de motero buscando la moto que lo mandó al otro barrio, parecía imposible pero alguien golpeaba la uralita y nosotros no veíamos quien.

Seguimos el sonido y por fin encontramos la causa, el voladizo de uralita tenia un roto, un pequeño bocado en la línea del tejado casi perfecta, pequeño no más grande que un puño, seguramente una pedrada o quizás un descuido del paleta que colocó la uralita del tejado, no tenia ninguna importancia pues estaba fuera de la pared del garaje como para provocar una gotera.

Pero el garaje lo rodeaban una hilera de cipreses que chocaban con el voladizo, un error sin duda de un jardinero amateur que los plantó demasiado cerca porque no pensó que algún día crecerían y superarían con creces la altura del tejado.

Uno de ellos había quedado atrapado en el roto, cuando hacía viento, el aire empujaba los cipreses y éste chocaba contra un lado de roto “tic”, en cuanto cesaba la ráfaga volvía a su sitio produciendo otro golpe “toc”.

Miramos durante un rato el ciprés incapaces de creer que ese fuera el heavy que nos iba a dar una paliza, tanto susto, tanto miedo, tanto rato escondidos y era un simple árbol chocando contra la uralita, nadie más apareció, ni heavy cabreado, ni señora con zapatos de tacón ni el hombre vestido de Frank Sinatra, estábamos completamente solos.

Nos fijamos entonces en el árbol, había perdido la corteza y la uralita lo seguía cortando lentamente, golpe a golpe, prueba inequívoca de que llevaba mucho tiempo ahí sufriendo.

Decidimos ayudarlo a pesar del mal rato que nos había hecho pasar, lo sacamos del hueco y lo desplazamos un poco para que otro golpe de aire no lo volviera a meter en el roto.

Ahora después de tantos años, pienso que es posible que el ciprés nos mandara un grito de auxilio como pudo cuando vio a los únicos que podían salvarlo de la trampa mortal en la que se encontraba.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Las gemelas


Por fin quietas, se quedaron mirando atónitas a su abuelo, nunca hasta ese momento les había gritado, ni siquiera el día que rompieron el cristal de la ventana, pero esta vez estaba enfadado de verdad.

Y es que, el abuelo les había consentido todo ese par de gemelas traviesas, pensaba él que de esa manera suplía la falta de amor paterno pero hacía tiempo que se había dado cuenta de su error.
Ellas seguían inmoviles, no comprendían porque estaba enfadado  y tímidamente dijeron:

-Abuelo, decías que dentro del jarrón estaba el papa, pero sólo hay cenizas

viernes, 25 de noviembre de 2011

Sueño del trabajo

 
El otro día sonó el despertador y me levanté de la cama para ir a trabajar, me preparé el café como siempre pero en lugar de azúcar le puse aspirina molida que alguien me recomendó era mucho mejor para el colesterol.

Para llegar a donde tenia el coche aparcado tuve que pasar por un puente colgante de cuerdas muy viejo, algunas tablas estaban rotas y había que saltarlas, otras estaban a punto, las oías crujir cuando las pisabas y se te encogía el estomago, te agarrabas a la cuerda que hace de barandilla, para no ser tú quien se fuera abajo.

Abajo corría un pequeño arroyo aunque no con suficiente agua para parar el golpe de una posible caída y habían muchas piedras puntiagudas a los lados.

Con la maquina estaba trabajando en un sitio extraño, debía ser una especie de zoo porque paseaban toda clase de animales por alrededor de mi maquina, un buitre carroñero se posó sobre la cabina y se me quedó mirando, yo me asusté y cerré la puerta aunque eso significaba pasar calor, porque ese día por alguna extraña razón no llevaba mi maquina con aire acondicionado, llevaba la antigua Guria 521 de mi padre.

Si no sabéis que es, os diré que era como el Seat 127 de las excavadoras, un hierro viejo, duro y lento que desaparecieron hace ya años, vamos lo que en el gremio llamamos: Un zarrio.

Al rato viene una chica a avisarme que es la hora de comer, nunca había trabajado con ella pero la recuerdo de ir juntos al colegio, se llama Sonia y en séptimo me gustaba aunque no he vuelto a saber de ella.

Entramos en un bar a comer y nos atiende una camarera muy simpática, la recuerdo aunque ahora mismo no pueda decir de que, nos sentamos y charlamos.

Mientras comemos, viene la camarera a traernos el segundo y me lanza una sonrisa, yo siento que me ruborizo porque, aunque nadie le haya dado la menor importancia, estoy desnudo y me da mucha vergüenza estar comiendo en un sitio público, con una vieja amiga completamente desnudo.

Pero no me preocupa demasiado porque hace ya rato que me he dado cuenta que estoy soñando así que abro los ojos y miro la hora del despertador: ¡Las siete y media!
Otra vez ha sonado el despertador y no lo he oído ¿O sí?

martes, 22 de noviembre de 2011

La chica de la curva

 Empezando con mi curso, este es el primer microrrelato que he enviado:

 

Iba paseando por el camino de baldosas amarillas como me habían dicho, tenia sed y pensé que seria bueno encontrar un quiosco donde comprar un helado, al rato vi un pequeño quiosco entre dos árboles, era pequeño pero se veía que tenía de todo: Revistas, un congelador de helados, pero lo que más tenía eran paraguas.

Dentro había un vendedor gordo, tanto que me pregunté si podía salir del quiosco por las noches o hacía años que estaba ahí atorado, me dirigí hacia él.

-Buenas ¿Tienes helados?
-¿Helados? ¿No prefieres un paraguas?
-No, me apetece un helado
-Piensa que siempre llueve al cruzar la montaña

Miré al cielo y no se divisaba ni una nube, es más yo tenía calor

-No quiero un paraguas, los odio ¿Sabes que puedes sacar un ojo a alguien con ese artefacto?
-Esta bien ¿De qué quieres el helado?
-De fresa estaría

En esas llegó la vendedora de cupones, una chica delgada, de pelo castaño, bastante guapa si no fuera por aquellas gafas de gruesos cristales.

-Hola ¿Quieres un cupón? Tengo el trece, el que a ti te gusta
-Vale, dame dos
-¿Qué, comprando un paraguas?
-No, me he cogido un helado

Se me quedó mirando extrañada y yo continué mi camino devorando el helado de fresa antes que se me derritiese, al cruzar la montaña se puso a llover.

No paró de llover hasta pasar la montaña, seguí caminando, pensé que seria bueno tener compañía, me imaginé paseando al lado de una bella chica alta, rubia, de ojos azules y, ya puestos a pedir, de pechos grandes.

Iba yo envuelto en mis pensamientos cuando, al doblar la curva me la encontré, estaba sentada en una piedra, llevaba una falda por encima de las rodillas un poco rota, una camiseta de tirantes manchada de sangre y no llevaba zapatos, iba descalza, eso sí era rubia, tenia ojos azules… Sin duda era ella.

-Hola
-Hola ¿A dónde vas?
-Hacia allí
-¡Que casualidad! Yo también, podemos ir juntos

Yo, estaba muy sorprendido ¿Qué casualidad? ¿Cómo era posible? Le pregunté.

-Oye ¿Tú sabes donde estamos?
-Claro, estamos aquí
-Ya, pero ¿Donde?
-Pues aquí

Viendo que no me lo creía me señaló un mapa y me dijo:
-Si no te lo crees míralo en el mapa

Me acerqué al mapa con la ilusión que me aclarara donde estaba y ella me señaló al punto donde estábamos según el mapa, había una cruz y al lado ponía: “Usted se encuentra aquí”

-Lo ves, ya te lo dije, estamos aquí

Me mordí la lengua y seguí revisando el mapa, parecía una isla, donde sólo había el camino de baldosas amarillas, que salía y acababa en el mismo punto “Allí” y nosotros estábamos en el punto opuesto, antes había una montaña dibujada llamada “Montaña donde siempre llueve” ¿Por qué se llamaría así? Y entre medias una curva llamada “la curva de la chica”

-¿Tú eres la chica de la curva?
-Sí, claro
-Y estás muerta
-¿Qué diferencia hay?

Me quedé perplejo pero no supe contestar, hacía rato que no entendía nada como para definir “estar vivo” y “estar muerto”.

-¿Y por qué te llaman así?
-Pues muy fácil, porque vivo en una curva
-¿Y para que vas hacia allí?
-Para acompañarte ¿No era lo que querías?

Claro, pero ¿Cómo podía saberlo ella? Aquí nada tenia lógica, pensé que quizás era un sueño, pero en los sueños nunca pasa lo que yo deseo, pero tampoco podía ser la realidad.

Me esforcé por recordar si me había quedado dormido, y me acordé que antes de aparecer aquí estaba escribiendo un microrrelato, éste microrrelato, entonces supe qué tenia que hacer, no tenia lógica pero dije:

-“Fin”

sábado, 19 de noviembre de 2011

Empiezo en la escuela de escritores

Sé que tengo este blog un poco olvidado pero he empezado un curso y ahora tendré que dedicar más tiempo a este hobby mio que escribir, y como siempre iré publicando todas mis cosas aquí en mi pequeño cuarto abierto al mundo.


Hola, me llamo Ave Fénix  y supongo que soy el ultimo en apuntarme a esta clase, intentaré ponerme al día lo antes posible,  trabajo en la construcción, llevo un maquina excavadora me encantaba mi trabajo pero ahora la cosa está fatal.

No suelo recordar los sueños a veces se te quedan en la mente al despertarte, cuando eso pasa procuro rememorarlos pues dicen que eso hace que los podamos recordar en el futuro.

Mis sueños suelen ser mundanos, escenas de mi vida cotidiana con algún elemento impensable por no decir imposible que hace que en ocasiones me dé cuenta que estoy soñando, como un cocodrilo tumbado en el sofá de casa o un barranco por el que hay que pasar cada mañana antes de coger el coche y sobretodo, que voy vestido con la ropa con la que me acosté y como estáis pensando no suelo usar pijama en verano.

Acostumbro a comer de todo, pero me gustan las comidas fuertes, bien especiadas incluso picantes, cuantas más cosas lleve un cocido o una sopa, mejor.

Ahora mismo estoy leyendo “50 miradas de España” de Luis del Val, me encanta como describe a cada persona, reconozco que no suelo leer grandes obras, más bien de lectura ligera,  novelas de aventuras (por ejemplo. Julia Navarro, Matilde Asensi) en las que el protagonista va desenmarañando el misterio, que en esta vida hay muchos misterios sin resolver, de pequeño me encantaban los cinco.

Tengo dos hijos (la parejita) y estoy separado desde hace unos años aunque ahora vivo con otra chica aunque siempre digo que no volveré a casarme, que el matrimonio mata el amor.

El gusanito de escribir historias me vino por casualidad hará cosa de tres años, gracias a una broma con una amiga empecé una historia inventada pero que pretendía ser yo, bueno mejor dicho pretendía ser un alter ego mío.

Ahí empecé a inventar una historia que, como si se tratara de un ovillo de lana se fue desenrollando sola hasta quedar una historia divertida, entonces recordé que no fue la primera, que de niño escribí algunas cosas, pero después cayeron en el olvido junto con el instituto.

Desde entonces escribo cuando el tiempo me lo permite y me encanta.

Reconozco que me siento un poco fuera de lugar, aquí la mayoría llevan varios cursos, muchos son profesores,  me pregunto ¿qué hago aquí jugando a escribir? Aunque veo que no soy el único que llega a casa con su trabajo impregnado en la ropa.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Historia de Phoenix LV


Una vez en la cima, los fui cogiendo de uno en uno y llevándomelos hasta unos kilómetros más al norte, suficiente para que les fuera imposible seguir el rastro, de paso también avanzamos bastante aunque eso no me preocupaba, lo importante no eran los metros que avanzábamos cada día ni los días que estuviéramos de marcha, a fin de cuentas los dragones se lo pasaban mejor paseando que encerrados en la cueva todo el día, lo importante era llegar a un sitio donde los dragones pudieran vivir en paz. 

Después del paseo decidimos hacer noche allí, estábamos en un bosque y nos situamos en un pequeño claro donde nos enroscamos todos juntos.

A la mañana siguiente:

-Tío Phoenix, ¿Hoy nos llevaras volando otra vez? -me preguntó uno de los dragones
-No, hoy ya no hace falta
-Joooo, pero nos ha gustado mucho volar
-No os preocupéis, pronto podréis hacerlo vosotros mismos
-Cuando haya aprendido me pienso pasar el día volando – Contestó emocionado
-Y tío Phoenix ¿Cuando nos vas a enseñar a cazar? - Me preguntó otro
-¿Yo?
-Entonces ¿Quien no enseñara? ¿Yanira?
-No, no, yo no se cazar, os tendrá que enseñar Phoenix – replicó ella

 Ostras, no lo había pensado pero estos cachorros eran huérfanos y el único que podía enseñarles era yo, no me lo había planteado pero cuidarlos no sólo era alimentarlos hasta que crecieran, también tenia la obligación de enseñarles a cazar, a esconderse de los hombres, a defenderse y en definitiva a educarlos para ser dragones.

-Bueno chicos, voy a dar un paseo para ver hacia donde vamos a ir hoy

Estuve volando un poco más, con la esperanza de encontrarme algún dragón por casualidad aunque si me lo hubiera encontrado: “Hola ¿Que tal? Mira tengo cinco cachorros cuídalos bien y enséñales todo lo que sabes” Complicado ¿Verdad?

Con esos pensamientos llegué a un valle bastante escondido donde se veían multitud de lobos, jabalíes, ciervos, incluso osos, el oso es un animal fuerte y se defiende pero poco tiene que hacer contra un dragón, entonces me di cuenta de lo que dijo el duende: “ningún animal tendrá la más mínima oportunidad” la verdad es que no le faltaba su parte de razón.

Cacé un ciervo y volví con la manada, comimos y después les dije:

-Bien ahora es hora de que empezaremos  a moveros por el campo tenéis que acostumbraros a hacerlo sin hacer ruido o huirán las presas

Así pasamos la tarde, intentando un imposible, que cinco cachorros se movieran sigilosamente,  tampoco no es que importara mucho ya que los dragones normalmente cazan volando como lo hacemos las aves, resulta mucho más cómodo atacar cuando no te ven, aunque a estos era difícil no verlos.

Aunque el día no fue un fracaso, ya que encontramos un cueva donde escondernos, aunque estaba a pie de campo y a mí me iban más las que son inaccesibles a píe, pero mientras los dragones no aprendieran a volar era la mejor opción.